No es un titular de prensa sino un slogan de la cadena de distribución italiana CONAD. Esta cadena es una cooperativa que se ha sensibilizado con los ganaderos y ha trasladado al consumidor la necesidad de mantener unos precios de venta dignos. El ejemplo ilustra a la perfección la situación que está padeciendo el sector lácteo, que sufre periódicamente los efectos de una volatilidad de precios que va en aumento y que no cuenta con instrumentos ni políticas que puedan atenuar de forma eficiente sus efectos en las rentas de los ganaderos. En unos casos la volatilidad se centra en los precios pagados a los ganaderos y en otros la presión al sector es una consecuencia del efecto inducido por la volatilidad de los precios de los inputs necesarios para producir la leche, en particular el precio de los cereales y las oleaginosas. Cuando confluyen ambas circunstancias los efectos pueden ser demoledores. 


En este momento además se da la circunstancia de que en algunos Estados miembros de la UE superarán la cuota asignada y por tanto pagarán supertasa, aun a sabiendas de que es la última campaña con cuotas y de que los precios se han deprimido no ya por efecto de un incremento de la producción, sino por la reducción de las exportaciones como consecuencia del veto ruso. Particularmente grave es la situación en los Países Bálticos y Finlandia. En los primeros, los precios se han reducido hasta llegar a 18 cts/litro, en Finlandia todavía están por encima de los 30 cts/litro, gracias a la existencia de una gran concentración de la oferta, que alcanza prácticamente el 100% de la leche producida y del liderazgo de una cooperativa -Valio- que ha sabido capear el temporal diversificando destinos y productos.



Efectivamente el sector vive con gran incertidumbre el impacto de la desaparición del régimen de cuotas, máxime cuando se observa una disparidad de posiciones entre los Estados miembros que impide tomar decisiones y bloquea cualquier iniciativa de la Comisión, actualmente rendida ante su incapacidad de presentar propuestas que puedan contar con la mayoría necesaria para conseguir su aprobación en el Consejo y en el Parlamento.


Ante esta tesitura la solución no es fácil y desde luego proponer una solución milagrosa como están haciendo algunos me parece una ingenuidad. Me voy a limitar a describir lo que para mí son los 3 modelos básicos existentes en España en las primeras fases de la cadena y comentar lo que a mí juicio debería ser la estructura productiva y transformadora más conveniente para los próximos años.


En España un 60% de la producción está en manos de productores individuales que entregan su leche a la industria o a algún primer comprador independiente. Son los más vulnerables y hasta no hace mucho la mayoría entregaba la leche a sus clientes sin mediar contrato alguno, lo que permitía espirales de precios a la baja a la más mínima tensión del mercado, entre otras cosas porque ni la industria ni los intermediarios tenían compromisos previos, al menos formalizados, con los ganaderos.


El 40 % restante de la producción se entrega a través de cooperativas, pero en este grupo hay que distinguir dos modelos. El primero está formado por la mayoría de las cooperativas que agrupan la leche de sus ganaderos para venderla posteriormente a la industria. Mejoran la posición negociadora si los comparamos con el modelo anterior, pero siguen siendo muy vulnerables ante situaciones excedentarias y cuanto mayor es el volumen de leche que agrupan mayor es su vulnerabilidad porque se ven en la obligación de seguir recogiendo la leche de sus ganaderos y colocarla en el mercado, la mayoría de las veces a costa de la bajada de sus precios. Para este modelo puede resultar interesante constituir Organizaciones de Productores y Asociaciones de Organizaciones de Productores con el fin de agrupar un volumen significativo de leche que les permita gestionar su oferta ante situaciones adversas y tener así un cierto impacto en el mercado.



Otras cooperativas no sólo se limitan a concentrar oferta, sino que la transforman y llegan hasta el último eslabón de la cadena. El problema es que actualmente solo representan el 20% de la leche envasada. Este último modelo es el más avanzado, pero está claro que deben diversificar más sus productos, actualmente muy concentrados en la leche UHT, y diversificar también sus clientes, centrados casi exclusivamente en las cadenas nacionales. La internacionalización no es un proceso sencillo ni a corto plazo, requiere además una dimensión mínima. Por otra parte, la diferenciación es un elemento indispensable en todas las cooperativas, particularmente en las lecheras, porque si ésta no se alcanza la única posibilidad para mejorar la competitividad es la reducción del precio de compra a los ganaderos y esto es algo que las cooperativas deben evitar en la medida en que sus proveedores son también sus propietarios. Para todo ello se necesitan economías de escala y una dimensión que actualmente no tienen.


Este ha sido el camino emprendido por las cooperativas de países como Holanda, Dinamarca, Irlanda, Finlandia, los Estados Unidos, Canadá o Nueva Zelanda. Para mí está claro que es el modelo a seguir, pero para poder alcanzarlo necesitamos al menos que se den 3 circunstancias fundamentales:

  1. Concentración de la oferta: que los ganaderos individuales (60% de la producción) decidan entregar su leche a través de cooperativas,
  2. Integración: que las cooperativas no transformadoras se integren en las cooperativas transformadoras y que éstas a su vez se integren entre sí o establezcan alianzas que les permitan alcanzar economías de escala con las que rentabilizar mejor sus inversiones para incorporar un mayor valor añadido e internacionalizarse.

¿Es posible?, espero que sí. Pongámonos a ello, porque si no lo hacemos seguiremos a merced de un mercado cada día más volátil y complejo, sufriendo los efectos de una volatilidad que siempre ha estado ahí, pero cuyo impacto se atenuaba a través de unos dispositivos de intervención públicos que hoy ya no tenemos.

Llegué a Bruselas con el Mercado Único Europeo. Era el 1 de enero de 1993. Recién incorporado a la delegación en Bruselas de la entonces Confederación de Cooperativas Agrarias de España (CCAE) tenía  inmensas ganas de aprender, la ilusión de los que empiezan y una gran dosis de ingenuidad que me hacía pensar que podía cambiar el mundo. Así, pregunté a un funcionario español con experiencia cómo se influía en las decisiones de las Instituciones Comunitarias. La respuesta fue muy clara y concreta: ”en Bruselas nunca se toma una decisión en contra de los intereses del país más afectado”. 




Pasaron unos años y pude comprobar que así era. Para muestra la reforma de la OCM de Aceite de Oliva con Loyola de Palacio, quien bajo la perplejidad italiana pudo conseguir para España una Cantidad Máxima Garantizada de aceite de oliva de 720.000 toneladas, cantidad que hoy nos puede parecer ridícula, pero que en aquel momento era más que suficiente para cubrir una buena campaña. Siguieron pasando los años y la última reforma de la misma OCM de Aceite de Oliva se aprobó con el voto en contra de España. Había cambiado la Ministra, es cierto, y era una recién llegada Elena Espinosa, pero ahora, con la experiencia adquirida me atrevo a decir que lo que realmente había cambiado era Europa.




En estos momentos acabamos de estrenar una nueva “legislatura” en el Parlamento Europeo y tenemos un nuevo Colegio de Comisarios.  Ya somos 28 Estados Miembros tras la incorporación de Croacia. La Unión Europea es cada vez más grande, pero también más compleja. Por ello debe definir claramente cual quiere que sea su papel en el mundo y establecer sus prioridades y objetivos.  Las amenazas y los problemas en una economía global son enormes y la posibilidad de afrontarlos con una Europa fuerte y cohesionada son la mejor garantía para superarlos.  Pero para que ello sea posible, deben cambiar muchas cosas. Lo primero tener una apuesta a largo plazo y una misma visión que anime a los Estados Miembros a remar en la misma dirección. No será nada fácil pero el coste de no hacerlo será enorme.

El problema planteado por el veto ruso pone a prueba a la UE, y sin entrar a valorar las decisiones políticas y geoestratégicas adoptadas, lo que es innegable es que las consecuencias las está sufriendo el sector agrario y, por tanto, los mismos que han tomado esas decisiones deberán habilitar mecanismos para compensar los efectos negativos inducidos. La PAC no está preparada para ello y pretender que el fondo de crisis, con una dotación anual de 400 M€, atienda el impacto de un cierre que afecta a una exportación valorada en más de 5.000 M€, eso es no estar a la altura de nuestras propias decisiones.


En definitiva, el veto ruso será la primera prueba para esta nueva etapa institucional, si no se supera con éxito, nos podemos temer lo peor.

“E”, esta afirmación tan contundente se pronunció en varias ocasiones en el Presídium de la COGECA celebrado el pasado 18 de abril en Bruselas. Lo sorprendente no es la afirmación en sí, sino que hacía referencia a varias intervenciones en el Parlamento Europeo, no sólo por parte de los eurodiputados, sino por parte de los representantes de organizaciones ecologistas y del propio sector. En definitiva, es una reforma que no gusta a nadie. Los ecologistas se sienten defraudados porque el greening presagiaba una ecologización de la PAC que según los propios ecologistas se ha quedado en agua de borrajas tras los debates en el Consejo y en el Parlamento.

La visión de los eurodiputados es también crítica, pero por motivos diferentes; consideran que la falta de flexibilidad de la Comisión ante los planteamientos del Parlamento no se corresponde con el procedimiento de codecisión y poco menos que está ninguneando a la Eurocámara.

Para los representantes del los productores y de las cooperativas la crítica es de mayor calado. Consideran que la reforma no obedece a las necesidades presentes y futuras del sector agrario y agroalimentario. De hecho, los debates se han centrado en los pagos directos, pero no se ha avanzado prácticamente nada en la OCM Única que es donde se abordan las cuestiones relacionadas con la regulación del mercado y el reequilibrio de la cadena, aspectos todos ellos que influyen en 70% de la renta de la mayoría de los productores. Sin embargo, la Comisión y los Estados miembros se han centrado en los pagos directos con el fin de alcanzar un compromiso político defendible en cada uno de ellos. Esto les ha llevado a aceptar dos principios: la convergencia externa de las ayudas y la convergencia interna. La convergencia externa ha supuesto una modificación en los flujos presupuestarios entre Estados miembros, circunstancia que nos ha beneficiado al tener unas ayudas a la hectárea inferiores a la media comunitaria, pero la convergencia interna la van a tener que hacer los propios países en base a una regionalización que, en la práctica, va a ser a la carta y tampoco va a conseguir una verdadera convergencia de ayudas entre productores, sino que pretende consolidar el status quo en su distribución. En la práctica la PAC va a dejar de ser común y eso supone un grave riesgo para su permanencia, en la medida en que cuando una política deja de ser común, no tiene sentido que se financie con el presupuesto comunitario.

Lejos quedan aquellos tiempos en que todos aplaudían la Comunicación del Comisario Ciolos para la reforma de la PAC, entre otras cosas porque todos se veían en la foto. Ahora parece todo lo contrario; expectativas truncadas y una sensación de distanciamiento con las necesidades presentes y futuras de un sector que debe seguir siendo un motor económico de primer orden.

Ninguna reforma de la PAC se ha planteado en un escenario tan complejo como el actual; un contexto de crisis económica sin precedentes, una UE ampliada a 27 Estados miembros extraordinariamente heterogéneos (tanto en lo político como en lo económico), una ausencia de liderazgo claro en la UE, y en particular en la Comisión, la instauración del procedimiento de codecisión del Parlamento Europeo y, por si esto fuera poco, o tal vez como consecuencia de lo anterior, una propuesta del comisario Ciolos rompedora, redactada con la pretensión de redistribuir las ayudas de la PAC entre Estados miembros y entre productores e introducir unas exigencias medioambientales (greening) con el fin de encontrar el respaldo de la sociedad que no encontró en sus colegas del Colegio de Comisarios y, sobre todo, en los países detractores de la PAC.


 


La propuesta del Comisario, de llegar a aprobarse en su integridad, hubiera supuesto una reconfiguración sustancial de los pagos directos especialmente grave en España debido a su diversidad productiva, difícilmente compatible con la tasa plana y la convergencia propuesta por el comisario Ciolos.

En este sentido, hay que reconocer el esfuerzo y la estrategia realizada por el Ministerio de Agricultura que identificó rápidamente los puntos más sensibles y, con una política de alianzas eficaz, consiguió neutralizar la propuesta del Comisario. Por ello hay que valorar el acuerdo político alcanzado esta semana en el Consejo de Ministros, donde España consiguió sus objetivos fundamentales: limitar la superficie elegible para aproximarla a los 22 millones de Has (similar a la existente en la actualidad), beneficiarse de la convergencia externa (que nos beneficia como país al tener una media de pago único por hectárea inferior a la comunitaria) y acotar la convergencia interna, de tal forma que haya un reequilibrio más ajustado a la realidad productiva y no se produzcan graves alteraciones entre productores con respecto a la situación actual.

También se ha conseguido flexibilizar la aplicación del “greening”, especialmente preocupante para los cultivos permanentes, e incrementar el límite para los pagos acoplados al 12%, cuestión fundamental para la ganadería extensiva y algunos cultivos industriales.


En cuanto a las cuestiones de carácter sectorial, se prorroga obligatoriamente el sistema actual de derechos de plantación del viñedo hasta el 31 de diciembre de 2018 y se incorporan las conclusiones del Grupo de Alto Nivel que van a permitir mantener hasta 2024 un sistema de limitación de derechos. Esta ha sido una demanda fundamental de los productores que neutraliza la tendencia liberalizadora implantada en los últimos años en la UE. También el azúcar consigue mantener durante dos años más el sistema actual de cuotas que pretendía suprimir la Comisión en 2015.

En definitiva, el Consejo y en particular el Ministerio de Agricultura español, han conseguido atenuar las consecuencias que se podrían derivar de la aplicación de una propuesta de la Comisión que nunca debería haber visto la luz y que, lejos de atender los nuevos retos alimentarios y potenciar la mejora de la productividad y competitividad del sector, potenciaba una agricultura de corte más medioambiental y paisajista que económico.

También hay que destacar la introducción de la coexistencia de programas nacionales de desarrollo rural con programas regionales. Esta ha sido una demanda fundamental hecha desde Cooperativas Agro-alimentarias de España para potenciar la integración supra-autonómica y que fue defendida por el ministro Arias Cañete a pesar de no contar al principio ni con el apoyo de la Comisión ni de otros Estados miembros, pero con el tiempo fue ganando adeptos y perdiendo detractores hasta quedar plasmada en el acuerdo político del Consejo. Otro de los aspectos a valorar es el incremento de la intensidad de las ayudas a las inversiones que soliciten las OPs fusionadas y que conlleven un incremento del 35% de su volumen de comercialización o del número de socios. Esto último será sin duda un estímulo para la puesta en marcha de la Ley de Integración Cooperativa y que debemos valorar en su justa medida.

El capítulo más abierto es el relativo a la OCM Única en lo referente a la organización y vertebración del sector (Organizaciones de Productores, Asociaciones de OPs e Interprofesionales). Este es un aspecto clave para conseguir el reequilibrio de la cadena agroalimentaria que para Cooperativas reviste especial importancia. Lo mismo sucede con los instrumentos de regulación de mercado, donde países como España y otros 7 Estados miembros han firmado una declaración conjunta defendiendo la necesidad de actualizar los precios de referencia para la activación del almacenamiento privado y la intervención, de tal forma que tengan en cuenta la evolución de los costes productivos. Ambas cuestiones, las Organizaciones de Productores y la regulación de mercado, encuentran posiciones antagónicas en el Consejo.

 




Por una parte los países del Norte no quieren hablar ni de vertebración del sector (porque ya están vertebrados) ni de regulación del mercado, entre otras cosas porque sus empresas están muy internacionalizadas y encuentran en los países emergentes un refugio para sus excedentes coyunturales. Sin embargo, para España y para los países del Sur, ambas cuestiones son fundamentales para conseguir un equilibrio de fuerzas entre la producción, la industria transformadora y la gran distribución. En este sentido hay que valorar que se haya conseguido mantener el reconocimiento obligatorio para las Organizaciones de Productores de frutas y hortalizas, vino y leche, siendo potestad de los Estados miembros abrir el reconocimiento para los demás sectores.

Siguiendo con las Organizaciones de Productores, es interesante que se les haya concedido la capacidad para acordar una extensión de norma con fines relativos a la sanidad animal, vegetal y la seguridad alimentaria, si bien nos gustaría que prosperase en el trílogo la propuesta del Parlamento Europeo, más ambiciosa, y que permitiría a las OPs y sus Asociaciones retirar coyunturalmente producto del mercado sin necesidad de que tengan que existir problemas de carácter sanitario.

En definitiva, la valoración del resultado del Consejo es, en términos generales, positiva, sobre todo si tenemos en cuenta la diferencia de intereses existentes en la UE y que la propuesta de la Comisión venía francamente mal colocada. Si a esto añadimos los problemas y limitaciones comentados al principio, el esfuerzo de la delegación española es, si cabe, más importante.


Quedan ahora dos etapas pendientes: la primera es el cierre de la reforma y la segunda su aplicación en España. En cuanto a la primera, somos ligeramente optimistas porque la incorporación del Parlamento debería mejorar los flecos pendientes, entre otras cosas porque el dictamen del PE va más allá en determinados aspectos que el acuerdo político alcanzado en el Consejo. En cuanto a la segunda somos menos optimistas. Es evidente que aunque se ha conseguido atenuar el impacto de la convergencia interna propuesta inicialmente por la Comisión, no es menos cierto que las referencias históricas han terminado y para que no haya modificaciones sustanciales en los pagos recibidos entre regiones, sectores y productores es necesario realizar un ejercicio de creatividad extraordinario a la hora de definir las “regiones homogéneas”. Y es que el principal problema es que el agricultor considera el pago único como un derecho histórico, con todo lo que eso significa: un derecho adquirido y permanente.

 

Por todo ello, en Cooperativas Agro-alimentarias de España nos hemos concentrado en demandar instrumentos y medidas que permitan al productor mejorar su posición en el mercado y así mejorar su renta sin depender tanto de los pagos directos. Para ello es muy importante que se definan bien los criterios de calificación de las OPs y sus atribuciones, dejándolas cubiertas y amparadas de la actuación de las Autoridades de Defensa de la Competencia, al tiempo que confiamos que la coexistencia de un programa de desarrollo rural nacional con los regionales y los incentivos a las fusiones e integraciones de OPs sean un estímulo para la fusión e integración de nuestras cooperativas. Si finalmente conseguimos que la reforma permita reforzar los estímulos para la mejora de la competitividad y la vertebración y estructuración económica del sector, daremos por buena una reforma que originalmente tenía muy mala pinta y que, entre todos, habremos conseguido enderezar.


Desde hace varios meses diversas personas están intentando persuadirme para que me lance a publicar un blog donde recoja mis impresiones, opiniones, o simples reflexiones relacionadas con mi experiencia profesional y, sobre todo, mi visión sobre el presente y el futuro de la actividad y política agroalimentaria. He de decir que al principio sentí un poco de pereza, incluso vértigo al enfrentarme por primera vez al mundo de las redes sociales y la interacción que ello comporta, incluso algo que es todavía peor; el fracaso que supondría el silencio, la ausencia de respuesta.

Finalmente he decidido dar este paso porque me apetece y porque me veo también en la obligación de compartir mis experiencias en una red como Chil que me parece muy profesional, responsable, integrada  por personas deseosas de interaccionar y comunicar sus experiencias y conocimientos.

Así me lanzo, decidido a compartir, abierto a las críticas que recibiré como un premio, habida cuenta de que quien las haga habrá dedicado parte de su tiempo a la lectura de mi blog, y lo que es mucho más de agradecer, a compartir conmigo y todos los miembros de la red sus conocimientos y opiniones sobre algo que yo he escrito.


Eso sí, quiero advertir que los contenidos me comprometen solo a mí y no a la Organización que dirijo, entre otras cosas  porque la agilidad con la que escribiré no me va a permitir la consulta, pero además, porque creo que la frescura de un blog exige improvisación, consecuencia de la inspiración fugaz  que hace que muchas veces sean meras reflexiones en voz alta, fruto de una vivencia concreta, o de un mero pálpito movido por la ilusión innata de las personas que vivimos para comunicar, sufrir y disfrutar con los demás.

Por ello he pensado que nada mejor que titular mi blog “reflexiones para compartir”, no es muy original, pero creo que refleja lo que quiero y deseo hacer con mi blog. Por cierto, tengo muchas más pasiones que mi trabajo y no descarto utilizar este blog para compartir con vosotros alguna de ellas, pero ya veremos, de momento no he hecho más que dar el primer paso y decidirme a entrar en acción. Espero que sea para bien.